miércoles, 22 de septiembre de 2010

Misery


Un pequeño cronopio sube la escalera del cielo sólo para encontrarse con esta desafortunada noticia: "nos cambiamos".

martes, 21 de septiembre de 2010

You can hang with me

Es difìcil explicar el corazón de un cronopio. Es más, seamos crudos y sinceros de una buena vez. ¿Para qué mentir más? He aquí el secreto que llevamos años ocultando, repentinamente revelado: los cronopios no tenemos un corazón.

¿Saben cuál es la peor parte? Que mientras leen estas oraciones nadie estará exclamando un "aaaaaaah!" o un "uuuuuuuuuuuh!!!!" o siquiera un sencillo "dios mio" para ayudarlos a expresar su angustia... pues no la tendrán. La realidad es que esto no es una sorpresa para nadie. Mucho menos para aquellos aventurados que alguna vez tuvieron la mala idea de meterse a buscarlo en el cuerpecito de algún cronopio y salieron profundamente decepcionados.

Uno esperaría lo mejor de estos seres. Los diferentes, los únicos y especiales. Corazones grandes y pomposos, corazones alegres y desmedidos, con formas caprichosas capaces de recuperar los sentimientos más nobles de los hombres más pobres y abatidos. Curiosa y antagónica relación tenemos los cronopios con estos corazones.

No nos cuadran.
No nos buscan,
mucho menos nos encuentran.
Nos repelen, nos ahuyentan.

Los cronopios somos seres peligrosos para estos corazones... les pedimos demasiado, pobrecitos. Un día o dos a lo mucho han de durar vivos dentro de estos reducidos pechos que ante la mínima muestra de dolor los comprimen hasta hacerlos explotar.

Un pequeño pajarillo caído de su nido bastará. Una mariposa moribunda o un triste canto de un jornalero en la alameda. Todos tristísimos sentimientos que hacen desaparecer el corazón a mordidas hasta que un día desaparece por completo y ahí nos tienen convenciendo, comprando o hasta persiguiendo a velocidad otros corazones para que hagan de sustituto.

Así y así hasta que un día tenemos la prudencia de dejarlos de buscar, sabiendo que los culpables no son ellos y que, por supuesto, merecen mejor suerte que nosotros.